Ésta es mi crítica a una sociedad vacía, una sociedad en la que cada avance científico, tecnológico, ideológico o cualquier otro tipo de progreso es proporcional al retraso mental de las ovejas que la conforman.
Espero ser breve.
Hablar con el hombre promedio es inútil. O están domesticados por sus mujeres, o en su defecto, son solteros imbéciles que van al gimnasio con el fin de conseguir una ama que los domine. Así, posteriormente empiezan la carrera de una doble vida mediocre con un insaciable vacío en el pecho que les recuerda lo débiles que son. En ese grupo, puede que dos o tres se hagan pasar por rebeldes o tipos duros, pero al final, es imposible no ver que en sus cabezas, una nuez como cerebro les queda grande.
Ahora toca hablar de las intocables. Nuestras queridas mujeres. En su mayoría, basta con ver las entrevistas callejeras o pasear por los desfiles que se celebran por el feminismo, o simplemente escuchar sus chismes y conversaciones, para darte cuenta de que la lógica e inteligencia son algo que deberían poner en todos los supermercados. Así, cuando no tengan un pene para alimentar su vacío existencial, y vayan a las tiendas, encuentren a dos por uno esos valores mencionados. Bueno, lo otro es que lo compren, ¡claro! Pero eso es otro tema.
En definitiva, la sociedad da asco. De verdad, cada vez que leo la palabra «Homo sapiens», pienso sinceramente que no se habla de nosotros. Seguramente se refiere a los annunakis o alguna raza de extraterrestres.
Personalmente, no culpo a las ovejas. Ellas solo están dando testimonio de un excelente trabajo de manipulación de las altas esferas. Es difícil tener un pensamiento crítico cuando te bombardean a diario con ideologías, cuando tienes la presión de “personitas” (como dice mi querida Anastasia Mayo) tontas a tu alrededor, cuando el tiempo que podrías emplear en pensar lo tienes que emplear en drogarte con pastillas o entretenimiento para escapar de la realidad, etc. No es fácil. Hay que tener de verdad, dos cojones bien puestos para sobrevivir.
Luego, está otro grupo: hombres y mujeres marginados intelectualmente. Esos son vistos como quejicas, uy, creo que se quejan más de la sociedad que los ancianos de los motociclistas. Palpan la realidad de una manera diabólica. Su intelecto es su condena para el tipo de sociedad en la que nacieron. Esa mano invisible que controla los grandes medios y, por ende, las masas, se encarga de aislarlos o maltratarlos psicológicamente poniendo a las ovejas en su contra por pensar diferente, por llevar la contraria o incluso por darse el lujo de hablar como lo hago en este escrito. Aumentando así el abismo de separación, por si fuera poco, lo que causa la maldición de tener una mente un poquito más desarrollada.
Claro, jajjaja, ya me imagino a mi hermosa y frágil lectora sintiéndose aludida y llamándome “puto machista”. A ver, señora de Dios, Madre de la Calcuta, ¿acaso no se fijó que hablé también de los que llevan una trompa en la pelvis? De hecho, fueron los primeros en recibir una crítica.
De la mano invisible ni hablo. Están allí. Con cada Coca-Cola o McDonald’s que tomamos, les damos más poder y, en consecuencia, nos debilitamos.
¿Cómo se puede vivir así?
En fin. ¿Por qué mi expresión «Dios bendiga las putas»?
Sencillo.
Ellas se portan como damas. Llegas, las pagas y respetuosamente van a lo que han venido, sin dramas. Sin embargo, las “damas” se portan como se supone que deberían portarse las putas.
Esto no se trata de mujeres.
Utilizo la metáfora porque en ella encuentro el vivo ejemplo de cómo debería funcionar el mundo en cualquier otro aspecto.
Si le dices hola a una mujer, puede que te trate de machista o denuncie que golpeaste su frágil y estúpido ego. Vas a la cárcel porque sí, hasta que demuestres que no lo has hecho, pero tu expediente queda manchado.
Al hombre no le puedes hablar de nada más allá de lo básico; están más ocupados por la marca de calzoncillos que lleva Lionel Messi.
Están todos tan mimados, “heridos emocionalmente” y tan idiotas que si hubo un plan para destruir la Tierra, pues la mejor estrategia y económica sería dejarnos que nos matemos como ratas. En caso de que tengan prisa por destruirlo, díganme, así voy yo a apretar el maldito botón.
Todos deberíamos aprender de la metáfora de las putas. Ojo, respeto el oficio, además, tan necesario en mi no tan humilde opinión.
Más sinceridad necesita el mundo. Más amor genuino y menos Netflix. Más empatía, más consciencia. Y así pudiera seguir. No se trata de ser hijos del Papa Francisco ni ir de hippies morales, se trata de que nos preguntemos por un momento: ¿A dónde vamos? ¿Qué consumimos? ¿Quiénes somos?
¿Amas a alguien? Estúpido, ¡díselo! Dejemos los juegos de si esperar una hora despues pa’ responder… ¿Quieres algo? Ve a por ello. ¿Te equivocas? Hazte puto responsable. Tu vecino no tiene azúcar, compártela del tuyo. No sabes el porqué realmente se vota, pues no votes, aunque el político de turno con cara de Nicolas Maduro, o cara o un imbécil adoctrinado te diga que no importa como si votas por un partido político distinto al suyo… ¿Pregúntate por qué lo dicen? ¿Alguien habla? Escúchalo, no juzgues. Sé humilde.
Ufff, déjame respirar. Me siento como Jesús en el templo (Marcos 11:15-18). Mi escritura por norma general no es para gente sensible; es más, pueden comprobar que en otros blogs he usado otro estilo más conservador. Pero en este en particular, no me salen de los huevos estar mimando a gente.
Concluyo con esto: tu capacidad de crecer es directamente proporcional a tu capacidad de querer escuchar verdades. Para que te digan lo que quieres oír, estás leyendo al cabrón equivocado.
¿Quieres comentar? Bien. ¿No quieres? Bien, también. Naaah mentira, no quieres comentar, pues que te follen. Vete a leer Coelho.
Atentamente:
Un abrazo, de su Cae.