La Sabiduría del Desmoronamiento

Querido Gran Arquitecto del Universo,

Hoy me dirijo a Ti con el corazón abierto, buscando comprender las transformaciones que has orquestado en mi vida. Durante mucho tiempo, perseguí sueños de grandeza, anhelando llenar estadios y recibir la aprobación de multitudes. Creía que en esos logros encontraría mi propósito y valor.

Sin embargo, en Tu infinita sabiduría, permitiste que esos castillos de ambición se desmoronaran. Lo que antes consideraba esencial perdió su brillo, dejándome en un estado de confusión y vacío. Pero en medio de esa desolación, descubrí una verdad más profunda: el sentido de la vida no reside en las ovaciones multitudinarias, sino en las conexiones sinceras y en el amor desinteresado.

Recuerdo una noche en particular, agotado y abrumado por las cargas del día, cuando mi compañera de piso, con un simple gesto de bondad, me ofreció un masaje. En ese momento, sentí el poder sanador del amor genuino. Su felicidad al compartir sus alegrías me reveló la magia de encontrar satisfacción en la dicha ajena. Comprendí que el verdadero propósito no es acumular logros personales, sino ser un canal de amor y apoyo para quienes me rodean.

He aprendido que no necesito ser algo más; ya soy suficiente tal como soy. Las metas que antes me impulsaban han sido reemplazadas por el deseo de escuchar mi voz interior y seguir la fuente de amor que emana de Ti. Al mirar a mis hermanos humanos sin juicio y con empatía, encuentro oportunidades para servir y compartir la sabiduría que me has otorgado.

Aquel niño que soñaba con escenarios grandiosos buscaba, en realidad, aprobación y reconocimiento. Hoy, le diría que esa validación externa es innecesaria, pues la verdadera grandeza se encuentra en las pequeñas acciones de amor y en las relaciones auténticas que construimos.

He dejado atrás la necesidad de elaborar planes elaborados o estrategias de marketing para alcanzar metas superficiales. Ahora, simplemente me dedico a escucharme, a seguir esa voz interna que me guía hacia el amor y la compasión. Mi propósito es servir con las herramientas que poseo, transformando vidas a través de actos sencillos pero significativos.

Te agradezco, Gran Arquitecto, por abrir mis ojos y rodearme de ángeles, tanto en el plano físico como en el espiritual. Gracias por recordarme que la verdadera grandeza reside en Ti y que, al reflejar Tu luz, puedo ser una fuente de amor y sabiduría para los demás.

Con humildad y gratitud,

Caetano

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